viernes, 7 de junio de 2013

El pico

El pico es probablemente el implemento más importante al que acudimos los hombres en estos lados del mundo. Sobre todo en sus facetas metafóricas: el instrumento de trabajo no es usado por tanta gente, así que el pico dejó de ser sólo ese poderoso aparato para perforar, arrastrar, desgarrar y partir, y ha alcanzado la categoría de elemento sicológico asociado al dominio, al poder, a la posesión, a la fuerza y a la inteligencia; a la lucha (cuerpo físico) y también al ajedrez (elaboración mental de estrategias).
Contra lo que pudiera sugerir el pensamiento más directo o simple (y también el idioma: “machete” parece un anuncio, apodo o maqueta de “macho”) no es el machete sino el pico el instrumento que sintetiza las aptitudes de la hombría, entendida ésta en su acepción machista: el ejercicio vital de los “hombres de verdad”.
***
Traen su carga patriarcal el concepto "pico" y la explosión de símbolos alrededor. Esto tal vez provenga del hecho de que el pico se llame como se llama. Que se utilice para ciertas cosas el nombre de la protuberancia que tienen las aves en la boca marcó de significados viriles a la simple pieza de hierro, porque el ser humano, en sus modalidades rurales y urbanas, se la pasa imitando, prefigurando o intuyendo a los pájaros en muchas de sus manifestaciones cotidianas.
Gallos se les llama a los aguerridos peleadores y gallina a los cobardes (llámase cobarde al tipo que no se atreve a pelear con otro); pico de oro y pico ‘e plata es el sujeto que tiene labia, seduce, convence, dirige, influye, manda y se impone: el poder se ejerce fundamentalmente con la palabra (la boca, que es el pico), no hay don de mando sin voz recia. Por eso la conmoción general cuando el comandante Chávez salió del quirófano sin poder hablar (mandar).
En sus connotaciones sexuales también hay un despliegue de aves y sus partes corporales. La cinematografía que formó sentimental o emocionalmente a nuestra generación y a la de nuestros padres (la mexicana) está llena de gavilanes, gallos y palomas. No hay nada más parecido al breve y violento cortejo de los gallos sobre las gallinas que ciertos bailes como el joropo llanero, los tambores y la danza wayúu; el grito altanero con que suele empezar la canta de los copleros imita el grito madrugador del gallo que quiere dejar constancia de su señorío sobre los pollos y las pollas de los alrededores. Picaflor es el hombre que anda cogiendo hembras por todos lados y del hombre afeminado se dice que suelta las plumas. El viejo José Rondón, montañés de 97 años que todavía se entusiasma al ver a alguna hembra vistosa, dice de su capacidad para “cumplirle” a una mujer: “Los gallos finos de pelea lo que no pueden hacer con la espuela lo hacen con el pico”.
***
Usar el pico para convencer es el acto diametralmente opuesto al “echar pico y pala”. Así como es celebrado el hablar mucho y sabroso hay un límite difuso que convierte esa práctica en despreciable: al que habla mucha paja provoca partirle el pico. Cuando el parlanchín no sabe hacer otra cosa en la vida y permite que se le note queda reducido a su vergonzoso nivel: no hace nada, es un hablador de paja. El hablar y hablar y hablar sin sustancia es inorgánico e inferior frente al hacer. La gente que hace es o debería ser más importante que la que sólo habla.
Echar pico y pala: expresión genérica que designa el hacer un trabajo manual duro, casi siempre de agricultores y albañiles. Recuerdo las amargas recomendaciones de mi viejo: “Estudie para que no tenga que ganarse el pan echando pico y pala”. Aunque ese y otros millones de seres humanos se levantaron a sí mismos y a sus familias haciendo trabajos pesados y dicen estar orgullosos de esa hazaña, la verdad es que nuestra sociedad se ha construido sobre un sustrato muy hondo de desprecio hacia los obreros y campesinos, de quienes el hombre de oficina, el que hace trabajo intelectual o el entregado al ocio improductivo suelen decir que son brutos, malolientes y primitivos.
Es muy fácil que ese desprecio se convierta en autodesprecio, aunque también hay un dato animal formidable, que reivindica y levanta la moral del trabajador manual. Lea el siguiente testimonio, invalorable credo de hembritud. Es una gallarda y romántica confesión, contentiva de cosas que uno sabe o sospecha sobre el pensar y el sentir femeninos, pero que es muy estimulante leerlo escrito o dicho por  una mujer:
Así que el pico metafórico del que tiene labia, domina y conmueve es al mismo tiempo premonición del pico físico, del utensilio de trabajo tosco y potente: ese hierro se hizo para llevar a cabo en la vida real algo que los aficionados al revoloteo metafísico dicen que sólo se hace con algo que llaman fe: el pico mueve montañas. Literalmente: las carreteras del país, muchas casas, plantaciones y ciudades no hubieran podido construirse sin que el pico de verdad hubiera entrado en acción. El pico destroza el suelo ancestral, resquebraja la piedra; la pala mueve para otra parte los restos devastados de esos trozos heridos de planeta.
***
Enamorado como estoy de un pedazo de montaña barinesa, esa zona mágica donde el llano empieza a desaparecer y se convierte en Los Andes, quise convertirme en custodio y habitante de un pedazo de terreno. No es tan directo el trámite. Tuve que fajarme a contarle al Consejo Comunal qué pensaba hacer con esa parcela. Hablarles de lo que pienso sobre la siembra sin veneno, del cuido del bosque y el río, de las casas orgánicas hechas con el mismo material con que fuimos fabricados nosotros (barro). También les hablé de lo que puede hacerse con un poco de ganas de comunicar noticias e historias (les hice un facsímil de una especie de boletín que esa comunidad puede hacer si se lo propone y me dejan explicarles cómo).
Tras unas buenas sesiones de poner a funcionar el pico y de escuchar las réplicas de un vocero de lujo, que me da clases a mí y a cualquiera en eso del palabreo inclemente (vaya: ese Consejo Comunal tiene entre sus voceros a Rafael Martínez, “El Cazador Novato”) me han concedido el privilegio de formar parte de la comunidad. No sé qué cataclismo tendrá que ocurrir para que algo me empuje a irme de ese territorio maravilloso. Y sí: me siento propietario, vicio humano de los que crecimos en capitalismo. Siento haber dado con eso que llaman “el pedazo de tierra para caerse muerto”. Pero antes de que ello ocurra viviré. No sólo existiré (que es lo que uno hace en las grandes ciudades), sino que me lanzaré a vivir.
***
Todo lo anterior, porque la primera herramienta que he comprado expresamente para la primera faena que viene (replantear un terreno, terracear, preparar el lugar donde estará la casa) ha sido un pico. Las heridas que me ha dejado en las manos la primera jornada de entrarle a la tierra son hondas y dolorosas. Tengo un triste orgullo de esas heridas; hubiera querido ahorrarme muchos de los placeres fatuos de la juventud, esos premios por haber puesto a andar el pico metafórico, y haber invertido más tiempo y esfuerzo en las heridas corporales que deja el pico de levantar casas y conucos.

No hay comentarios: